El niño se acerca con aire misterioso y le dice a su padre: "Papá... ¡lo sé todo!".
El padre cambia de colores y le dice: "¡Por favor, no le digas nada a tu madre!" y le da un billete de veinte quetzales. El niño se da cuenta de que acaba de descubrir una mina de oro. Muy emocionado, llega con su madre y poniendo cara de misterio le dice: "Mamá... ¡lo sé todo!". La madre casi se desmaya y le ruega: "¡Por favor, no le digas nada a tu padre!" y le da un billete de veinte quetzales. El niño casi da saltos de contento. En ese momento llega el lechero, al niño se le iluminan los ojos, se dirige a él con aire misterioso y le dice: "Señor... ¡lo sé todo!". El lechero abre tremendos ojos, deja caer las botellas, mira hacia todas partes para asegurarse de que nadie los ve, lo abraza y le dice "¡Hijo, hijito mío!".